domingo, 27 de noviembre de 2011

Las artimañas de las operadoras de móvil para elevar la factura del cliente.

El gancho son precios atractivos (unos más que otros) en tarifas planas para llamar muchos minutos a cualquier operador y en la hora del día que se elija o para surcar la red con el móvil sin límite. Pero hay que leer la letra pequeña de todas las propuestas. Por mucho que algunas compañías de telecomunicaciones hayan comenzado a lanzar campañas de publicidad basadas en tender lazos con los clientes para recuperar la confianza perdida, lo cierto es que leer todos los detalles hasta el final (incluyendo los asteriscos) es la única manera de librarse de una mala noticia en la factura a final de mes.
Y es que la teoría dice que las tarifas planas están llamadas a dar tranquilidad al cliente, a convencerle de que puede hablar o navegar sin preocuparse por el precio. No es así. Puede que el precio teórico sea reducido, pero se dispara de forma exponencial si el cliente se sale de lo pactado.
Movistar, Vodafone y Orange son asiduas a estas prácticas. Y si un usuario ha hecho mal los cálculos un mes y se ha pasado hablando por su móvil lo habrá sufrido en persona. Una vez que se agotan los minutos contenidos en la tarifa plana elegida, estas compañías disparan el precio hasta los 18 céntimos por minuto o más.
El caso más extremo es el de Vodafone. Un abonado que supere el máximo en la tarifa plana de 350 minutos por 30 euros al mes pasará de pagar 8,5 céntimos por minuto de comunicación a tener una tarifa de 20 céntimos por minuto más 15 de establecimiento de llamada, lo que puede llegar a multiplicar por cuatro el precio de los primeros 60 segundos de una comunicación.
Pero Vodafone no es la única que lo hace. En las nuevas tarifas planas anunciadas por la marca comercial de Telefónica, Movistar, a principios de mes, el peaje por pasarse de consumo es pagar el minuto a 18 céntimos y comenzar a cobrar establecimiento de llamada, lo que suma 15 céntimos a la factura. El mismo precio carga Orange para el cliente que excede los minutos contratados.
Y ahora también Yoigo se ha unido al grupo. Acaba de cambiar su oferta de precios y ha lanzado sus primeras tarifas planas. Son tres y en todas ellas el tiempo extra se cobra a 12 céntimos por minuto más el establecimiento de llamada.
No todas las operadoras lo hacen así. Si un usuario de Jazztel se pasa en su tarifa plana se le carga el precio normal que tienen otros clientes que no se comprometen a un gasto fijo al mes, es decir, cinco céntimos por minuto más el establecimiento de llamada. Y en la nueva tarifa plana deMásmovil, las conexiones adicionales a los 200 minutos que incluye la propuesta costarán tres céntimos por minuto (más los 15 tradicionales al iniciar cada comunicación).
Sin embargo, esta última compañía, con la que no tiene casi riesgo pasarse en el consumo de llamadas, aplica un cargo adicional cuando se supera el límite de navegación. Esta práctica era habitual entre las grandes compañías cuando nació la banda ancha móvil, pero ante las protestas de los usuarios las compañías optaron por cambiar de estrategia y reducir la velocidad cuando se llegara al tope.
Algunas operadoras móviles virtuales no lo hacen así. Másmovil cobra tres céntimos adicionales por mega consumido en sus tarifas planas de navegación. Y eso significa, por ejemplo, que un usuario puede acabar pagando 15 euros en un mes por consumir 500 megas adicionales, cuando un bono por esta cantidad de navegación cuesta ocho euros con esta compañía.
También Pepephone cobra tres céntimos por mega adicional cuando se termina el bono elegido por el cliente. Y, al igual que Másmovil, lo publicita como un beneficio: no hay merma de velocidad. Sin embargo, ninguna de estas compañías permite al cliente elegir qué opción prefiere y en internet, a diferencia de lo que sucede con la voz, es mucho más complicado para los usuarios saber exactamente cuántos megas se están consumiendo, así que la posibilidad de sustos en la factura es mayor.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Solvencia de la deuda

    Mucho se habla en los últimos años de la deuda española. Vamos a intentar explicar en un lenguaje de calle qué es esto.

    España, como cualquier otro país, necesita financiación externa. Es decir, dinero de inversores, para poder invertir en su propio territorio o garantizar las políticas sociales. ¿Cómo lo hace? Emite unos bonos de deuda que el mercado le compra. Claro, estos bonos llevan aparejados el pago de un interés en un tiempo determinado. Este interés lo espera sacar de los rendimientos que le dé esta propia inversión.

    El problema viene cuando, como ahora, el país no crece. Esa inversión que antaño hacías ya no te da rendimiento. Como cada vez debes pagar más interés, necesitas pedir más dinero, pero el crecimiento no llega. Además, si tu gasto no lo cierras, como ha ocurrido estos años, cada vez el agujero se hace más grande. Tu riesgo de impago aumenta, lo cual hace que el mercado tenga recelos de ti y te cueste más esfuerzo colocar tu deuda.

    Para medir la solvencia de tu deuda, es decir, qué seguridad das al mercado de que vas a poder pagar la deuda que has contraído, se encargan las agencias de rating. Las más conocidas son Moody’s, Standard and Poors y Fitch.

    Para que resulte fácil y entendible en que nivel esta la deuda elaboran una tabla donde clasifican la calidad de la deuda de cada país. Bajo estas líneas se observa dicha clasificación.


domingo, 6 de noviembre de 2011

Reducción déficit español



    Los dos principales partidos ya han entrado en campaña, hace semanas el PSOE presentó su programa electoral y la pasada semana le tocó el turno al PP. Leyendo los dos programas electorales y escuchando los mítines de cada uno, las posturas parecen muy alejadas pero hay una cosa que les une: reducir el déficit público.

    La UE exigió a España que debía reducir el déficit en 2012 al 4,4% y en 2013 al 3% y los dos candidatos parecen decididos a ello. ¿Cómo se puede llevar a cabo?. Básicamente de dos formas, o por aumento de ingresos o por recortes.

    En un primer momento, a todos se nos pasa por la cabeza que para aumentar los ingresos se deben subir los impuestos. Pongamos un ejemplo, si cuando tenías 200 euros comprabas, por ejemplo, una mesa por 50 euros ¿podrías comprar cuatro verdad?. Ahora, sin trabajo y en crisis, tienes 100 euros y esa misma mesa te cuesta 60 euros ¿compraras cuatro o solamente una?. Es cierto que por cada mesa el Estado recibirá más pero ¿el aumento del beneficio marginal por cada artículo compensa que se compren menos artículos?. ¿esto hace que el consumidor se lance a comprar?

    Por otro lado, una política de recortes es lo mismo que decir ¡voy a gastar menos!. Tengo 200 euros, mi ritmo de gasto es de 300 euros (200 que tengo y 100 que me endeudo) pero si a partir de ahora mi gasto se reduce a 150 euros mi déficit se reducirá. Esto, ¿a cambio de qué?. En el mundo occidental vivimos en lo que se llama el Estado del Bienestar, es decir, tú das dinero al Estado y éste te recompensa con carreteras, hospitales, servicios sociales, etc. Claro, si ahora das el mismo o más dinero pero recibes menos ¡menudo negocio más bueno haces!. He aquí el problema.

    Desde este blog no se intenta hacer campaña por ninguna opción política. Simplemente escribir en lenguaje cotidiano el bombardeo de tecnicismos económicos que vemos a diario.